La mejor versión de mi después de los hombres

Un día llegué a pensar que quizás debía ser más seca, más “mierda”, como algunos le dicen, pero entre intento e intento fracasé. Reconozco que soy una mujer que entrega mucho, siente mucho y quiere mucho. Soy muy emocional, expresiva y pasional en todo lo que hago (no sólo en el ámbito amoroso). Busco relaciones fuertes que me conecten y lleguen profundamente al alma y el corazón.

Creo en el amor y confío en que está en todas partes y que recibes de lo que siembras. Entre tantas reflexiones personales, un día me puse a pensar que era lo que realmente quería, me estaba preguntando qué pasaba con mi generación de hombres que ya no quieren nada serio y porqué no se me habían dado las cosas con algunos, pero más que eso profundicé y me di cuenta que podía aprender de cada relación que he tenido y qué me estaba aportando en mi descubrimiento personal…

Porque últimamente estoy aprendiendo a escucharme un poco más de lo que lo hacía antes y déjenme decirles que me he sorprendido mucho.

Voy a contarles unas cuantas conclusiones que saqué de estos susodichos. Vamos a ponerles nombres hipotéticos y no todos han sido mis novios, pero han estado en mi vida de alguna forma.

Martin me enseñó a ser consciente de que la familia y los amigos no se dejan "botados" por la pareja, también a demostrarme a mí misma que podía hacer lo que me propusiera por mi propia cuenta, sin depender de nadie y que tenía que luchar por mis propios sueños porque nadie lo iba a hacer por mi y mi única prioridad debía ser mi felicidad.

Carlos, me enseñó a que se podía volver a querer, que se vale volver a creer en otras personas y entregar el corazón. Que no es el tiempo sino los momentos y al final, no importa el premio, sino el recorrido.

Juan, me hizo encontrarme con algunos aspectos que eran difíciles para mí aceptar, pero debía trabajar. También, a entender que el amor propio lo era todo y antes de entregarme completamente a alguien debía entregarme completamente a mi.

David, me mostró el lado más pasional y la importancia de disfrutar el sexo mutuamente. Pero con el, descubrí que yo quería a alguien no sólo para los mejores momentos, sino también cuando estuviera mal. Quería alguien para compartir en momentos familiares, que me acompañara en fechas especiales, que me incluyera en su vida, que pasara a estar muy presente en mi vida cotidiana y no sólo en lo virtual o cuando quería disfrutar. Por último, que las acciones son lo que realmente valen, más que un montón de palabras bonitas.

El hecho de cortar ciertas relaciones me ha demostrado lo fuerte que soy y que no dependo de ninguno de ellos para ser feliz. He sido capaz darme mi lugar y he llegado a donde estoy, aún creyendo en el amor lindo y duradero.

Por muchas ocasiones me pregunté si el problema era yo, al entregar demasiado y querer con cada fibra del corazón, pero después descubrí que esa era mi esencia. Por lo tanto, fue un proceso de aceptación y reconocimiento personal.

Entendí que no está mal querer demasiado y esperar que un hombre te trate como crees merecerlo, dandote tu lugar y un puesto de gran importancia en su vida. No nos echemos culpas por pedir un hombre con demasiadas cualidades, es lo que merecemos y tampoco debemos ver estos fracasos amorosos como la puerta que nos cierra al amor. ¡No y no!

Aprendamos de esas personas, lo que trajeron a mostrarnos por su paso en nuestra vida, quizás nos ayudaron a abrir los ojos y descubrir lo que queremos, quizás nos mostraron aspectos de nosotros mismos que debemos mejorar, no lo sé. Pero aprovechemos, para sacar nuestra mejor versión.

Por ejemplo, estos hombres me trajeron situaciones de descubrimiento, empoderamiento, consejos de emprendimiento y miles de aprendizajes más.

Gracias a ellos, ya se lo que quiero, como lo quiero y merezco. Gracias a ellos he logrado aceptar mi esencia, tal cual soy sin culparme y confiando en mí. Y es por esto que estoy en un proceso de compromiso y responsabilidad emocional conmigo misma para poder compartir y comprometerme con los demás.